domingo, 29 de julio de 2012

El desierto

Mire que he aprendido del que es sublime y tiene el corazón abierto, aquel que es capaz de apreciar el agua en el desierto. Aquel que muy dentro, sabe donde queda el puerto y que perdido, se ha encontrado, porque se ha seguido. Regaleme un poco de su valentia, hombre de corazón bueno, ojos de cristal y cuerpo difuso. Enseñeme a seguir sin miedo; deme un poco de su filantropia e inviteme a seguirlo bien atenta, a escuchar lo que no se oye con sonidos, a ver más allá de una coraza, a amar hasta sembrarme en tierra y aprender a ver aquel desierto, como un valle lleno de vida, por el que se merece luchar con el alma al aire y sin mirar atrás. 

El desierto es la humanidad y el hombre difuso puede ser Dios o aquella voz que nos invita siempre a seguir adelante, la que hace que sigamos queriendo estar aquí. 

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