sábado, 11 de diciembre de 2010

El debate de mi conciencia

“Nadie es una isla, completo en sí mismo; cada hombre es un pedazo del continente, una parte de la tierra; si el mar se lleva una porción de tierra, toda Europa queda disminuida, como si fuera un promontorio, o la casa de uno de tus amigos, o la tuya propia; la muerte de cualquier hombre me disminuye, porque estoy ligado a la humanidad; y por consiguiente, nunca hagas preguntar por quién doblan las campanas; doblan por ti”.

John Donne

En las guerras, los captores solían sonar las campanas para anunciar la muerte del enemigo capturado. Mi interpretación de éstas palabras, es que por cada persona muerta o condenada a la injusticia, se está aniquilando una parte de nosotros como raza humana y en particular, como ciudadanos del país que se encuentra “al Norte del Sur”.

EL PRESENTE

Me despierto sobresaltada; me toma un tiempo reconocer las cuatro paredes que me rodean y finalmente la conciencia vuelme a mi. Comienzo a sentir frío y me doy cuenta que sigo aquí, en el lugar que me da paz, que me permite soñar y vivir. Un suspiro de alivio y vuelven las imágenes…Estoy en el lugar que dejé, estoy sonriendo, rodeada de mis familiares y amigos; manejo mi carro por las calles de mi querida ciudad, pero mi corazón se siente preso y siempre tiene miedo. Comienza la desesperación, un deseo de salir corriendo, de huír…Ahí es cuando despierto y recuerdo que ese lugar forma parte de mis recuerdos, pero sin embargo está más presente que el presente.

Nunca he entendido por qué me duele tanto, nunca he entendido como hicieron mis tías y algunos de mis otros familiares que emigraron para desentenderse por completo y creo que nunca lo voy a entender, porque aunque mi exilio haya sido voluntario y todos los días le agradezca a Dios el poder estar en un lugar que me da paz, no voy a poder dormir tranquila sabiendo que tantos no tuvieron las oportunidades que yo tuve y que sigo teniendo.

LA BURBUJA

Debo confesar que no siempre fue así, que este sentimiento no ha estado siempre conmigo. Tampoco decidí que fuera así, simplemnte me tocó estar ahí, en el mundo de las burbujas, donde todo es bello, donde hay amor, donde te rodea una buena familia, buenos amigos, nunca falta el alimento ni el tiempo para divertirse, donde si hay problemas, no tienen nada que ver con la satisfacción de las necesidades básicas de un ser humano.
Nunca entendí por qué mi situación era distinta a la de muchos, y la verdad, no me importaba, ni si quiera lo analizaba, solo disfrutaba de mis comodidades.

Lo comenzé a entender cuando me mudé a mi querida ciudad. Seguía viviendo en la burbuja, pero ésta había disminuido su tamaño un poco. Ya no tenía los mismos privilegios que solía tener; solo tenía la oportunidad de adquirir más conocimientos.

El MIEDO

Conocí el miedo un día a las cinco de la tarde cuando escuchaba unos gritos que expresaban una angustia insoportable. Una mujer había caído a los rieles del metro de Caracas, justo debajo de mi vagón.
Nos pidieron a todos que desalojaramos la estación y yo quedé a la intemperie, totalmente afuera de mi burbuja, en la estación de Carapita. La presión en el pecho se hizo inminente, el pánico se apoderó de mi, no sabía si era peor tomar un taxi o un autobus. Tomé el autobus y llegué al Silencio; estaba a las 7 de la noche en pleno centro de la capital venezolana y la presión en mi pecho aumentaba. Encontré el siguiente autobus que iba hacia Chacao y ese día llegué a mi casa sana y salva.
Un día como ese jamás volvió a ocurrir, pero hizo más pequeña mi burbuja y dejó por siempre dentro de mi una pregunta: ¿Cómo se puede vivir todos los días con ese miedo? ¿Cómo hacen los que están afuera de mi burbuja para poder vivir así?
En ese momento, lo que antes no me importaba, me empezó a importar…


DAVID

Cuando vivía en Los Palos Grandes, solía hacer las compras en el automercado Plaza’s del Centro Plaza. Eran las 8 de la noche y yo hacía la cola para pagar. Un niño de al menos 10 años estaba pagando cuatro parchitas, a cien bolivares de los viejos cada una. Le ofrecí comprarle un sandwich y algo de tomar en la panadería Saint Honoré.
Durante el trayecto le hice algunas preguntas. Me dijo que se llamaba David; le pregunté por la edad y no sabía, por sus padres y tampoco sabía; le pregunté dónde dormía y me dijo: debajo del Puente Altamira.
Llegamos a la panadería y el vigilante no lo dejó pasar conmigo, entonces le pregunté qué quería y su respuesta fue: lo que tú quieras. Le pregunté que le gustaría de tomar, vuelve a responderme lo mismo y lo pongo a escoger al menos entre una Coca-Cola y una Frescolita; elige la frescolita. Compro todo, se lo doy y me dice: Gracias.
Ese día la burbuja se volvió a hacer más pequeña…

EL TEATRO

Cuando me quedé sin trabajo, decidí buscar lo que no encontraba, dentro de lo que quedaba de mi burbuja, en otro lugar. La vida tenía que ser algo más de lo que yo había visto hasta ahora, tenía que ser algo más que un carro, cómo te vestías, dónde vivías, en qué colegio habías estudiado, a dónde ibas a rumbear, quiénes eran tus amigos, cuál era tu apellido y tu tendencia política…Un cuatro de enero de ese año ya había acompañado al planeta Tierra a dar 23 vueltas y fue en esa vuelta número veintitres que comencé a vivir plenamente.

Una pequeña obra teatral poco conocida sobre la Guerra Federal en Venezuela, me ayudó a entender un poco la condición política de mi país, aunque no a aceptarla.
Un gran director me enseñó a leer entre líneas, a ver más allá de los ojos, a leer con el corazón.
Un gran professor, me enseñó que el trabajo hecho con amor deja de ser trabajo, porque la pasión con que se hace es la mejor recompensa.
Una gran actriz me marcó de por vida con su frase: “Menos es más, si es de verdad”.
Ahí empezé a ver la vida en detalles, comenzé a observar más lo que me rodeaba, a fijarme en lo más sencillo y a apreciar al máximo el aprendizaje, las oportunidades para adquirir conocimientos que se me habían dado a lo largo de mi corta vida. En silencio, le di las gracias a mi abuelo por parte de mamá y a todas las personas que habían hecho algo para brindarme tantos conocimientos.
Ese año, la burbuja estalló por completo…

UN CAMBIO DE VIDA

Una vez que salí de la burbuja, mi sed por el mundo era infinita y mi desespero por huir aumentaba. Afortunadamente España promulgó una ley, donde los nietos de españoles podían adquirir la nacionalidad española y yo fui la primera en la cola del consulado español.

Escogí Inglaterra como opción desesperada, como la mejor excusa, lo más rápido que encontré.
Llegué en el peor día de la nieve, la ciudad de Brighton estaba colapsada; no nevaba así desde hace 30 años.

Ahora estoy feliz nada más por el simple hecho de poder caminar por la calle de noche, sola y sin sentir aquel miedo. Porque conseguí el trabajo que tanto estuve buscando durante un año, porque soy independiente, porque salgo todos los días de mi casa y no me canso de darle gracias a Dios por tener la dicha de ver un mar y un cielo tan hemoso, gracias a mis abuelos españoles por poder estar aquí.
Pero sin embargo mi corazón sigue recordando, a través de un portal electrónico, la realidad de la tierra que me vió nacer. No solo porque mi familia está allá, ellos también pueden salir. Pero, ¿Y David; la señora que trabaja en mi casa y sus tres niños; Adriana, quien está por traer una vida al mundo?, personas que son tan importantes para mi…¿Cómo puedo vivir tranquila sabiendo que están confinados a vivir en una prisión ideológica, cómo puedo vivir con la certeza de que no tendrán las mismas oportunidades que yo tuve?, con la certeza que algún día aquellos que creen en ese señor y los que ya se resignaron, sabrán que por tantos años estuvieron construyendo las paredes y barrotes de su propia cárcel…

EL DEBATE DE MI CONCIENCIA

Otra vez me despierto sobresaltada, pero ésta vez con el corazón lleno de tristeza, repasando las noticias del portal electrónico, la muerte de un compañero de la Universidad y sabiendo que cada día me pesará más el no haber seguido luchando por el que para mi, es el mejor país del mundo…Todos los días me pesará en el corazón.

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